La página en cuestión se llama Literautas y funciona del siguiente modo: cada mes se propone una escena sobre la que se debe escribir un relato de no más de 750 palabras. Luego estos relatos son revisados y publicados en la propia página de Literautas donde el resto de participantes y otra gente puede comentarlos y darte su punto de vista a cerca de ellos.
Así que, como no podía ser menos me he unido. Aunque confieso que al principio me mostré un poco reacia con el tema, porque a mi lo de que acoten las palabras me da un poco de rabia, porque me enrollo, y me enrollo, y me enrollo...y creía que me iba a pasar a la primera de cambio del límite. Sin embargo decidí intentarlo (¿que tenía que perder?), y lo cierto es que ha ido mucho mejor de lo que esperaba.
¿Y porqué os cuento todo este rollo? Pues porque he decidido publicar esos relatos también en el blog. Principalmente porque, en la página del taller de escritura, la gente que comenta suelen ser escritores en proceso y me he dado cuenta de que quizás sus opiniones estén un poco condicionadas por sus gustos o manías a la hora de escribir. Así que quería saber también vuestras opiniones como lectores (más que como escritores). ¿Me he explicado? Bien, pues ¡vamos allá!
El reto de Noviembre consistía en un relato que empezase con la frase: "Dicen que todos tenemos un doble en alguna parte". Y este es mi relato.
Dicen que todos
tenemos un doble en alguna parte... Y eso es lo que pensé cuando vi a la nueva
novia de Pablo entrar en aquella cafetería de Brookling colgada de su brazo.
«Joder, que difícil va a ser esto» No sé muy bien en que momento me pareció una
buena idea, decirle a mi ex que podíamos quedar un día y vernos, como amigos. Y
tampoco sé que se cruzó por su mente para preguntarme si me apetecía conocer a
su nueva pareja. ¿Qué coño iba a decirle? ¿No, mira es que no me apetece en
absoluto saber quién es a la que te follas en la que era nuestra cama? No, claro
que no. Solo se me ocurrió decirle que estaría encantada de hacerlo. ¿Se puede
ser más estúpida?
Pues sí, se
puede. Porque creo que con la cara que se me ha quedado al verles entrar he
alcanzado niveles de estupidez con los que nunca hubiera contado. Pero es que es
clavadita a mí. Morena, pelo largo y ondulado, ojos grandes y almendrados y
unas facciones suaves y dulces que le dan cierto aspecto de muñequita inocente que
me crispa un poco. Joder, si hasta creo
que medimos lo mismo y tenemos la misma talla de sujetador. Lo único en lo que
no nos parecemos es en la forma de vestir. Ella tan elegante con su falda de
tubo, su camisa blanca y sus tacones, y yo tan...tan yo. Vaqueros, camiseta de
Nirvana y converse más viejas que el catarro.
—Hola Ali, que
alegría verte. Mira te presento a Clara, mi pareja. Clara, esta es Ali una
amiga — «Una amiga que se follaba hasta hace 8 meses» pienso con retintín.
Me acerco a ella
y le doy dos besos mientras intercambiamos un educado “encantada”. Casi suspiro
aliviada cuando descubro que al menos no huele como yo. Sería perturbador en
exceso que así fuera.
Nos sentamos a la
mesa y un abrumador e incómodo silencio se instala entre los tres. «Esto ha
sido una mala idea» me recuerda mi subconsciente. Así que decido romper el
hielo con la intención de acabar con esto lo antes posible.
—Bueno Clara ¿y a
que te dedicas?
—Pues soy modelo
de fotografía. Trabajo con alguna de las firmas más importantes del país. — Y
en cuanto empieza a hablar, algo dentro de mi empieza a irritarse. A irritarse
mucho y muy rápido. Igual que el monstruo de las galletas de Barrio Sésamo
cuando se quedaba sin su adorado alimento. «Genial, tengo un muñeco con gula viviendo
en mi estómago». — ¿Y tu a que de dedicas Ali?
—Pues soy
fotógrafa independiente.
—Ala, ¿que
casualidad no? Pero ¿fotografa de esas que van a bodas y bautizos? — y lo dice
con un tonito que me dan ganas de estamparle la cabeza contra la mesa. Como si
desempeñar ese trabajo fuese la mierda más grande conocida por el hombre. Tengo
que contar hasta diez para no responderle con mi habitual e innata bordería.
—No, de las que
sacan sus propias fotos a lo que le da la gana y luego, si tienen suerte, las exponen.
Aunque no creo que inmortalizar bautizos y bodas fuese un mal trabajo ni nada
de lo que avergonzarse
Mode borde:
activado. No puedo evitarlo, es superior a mí. Odio con todas mis fuerzas a la
gente que mira a los demás por encima del hombro. Y me da igual el motivo por
el que lo hagan. Porque nunca va a existir nada que lo justifique. ¿Qué coño me
importan a mí su ropa de marca y su trabajo pijo? Una persona no se mide por su
indumentaria ni su nivel de ingresos. Y mucho menos por el glamour o no glamour
de su jodido trabajo. La gente se mide por lo que es. No por su estatus social
o laboral.
¿Que os ha parecido? ¿Os ha gustado? ¡Contadme vuestras opiniones en los comentarios!
Muchisimos besos Libro Adictos;)
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