Hace unos días vi
ESTE video del youtuber Alex Puértolas con su hermana María, que trata sobre
ser o no feliz con uno mismo y con lo que uno es. Y aunque no suelo hacer este
tipo de cosas en el blog, hoy me apetecía contaros un poco mi experiencia personal
y enseñaros que lo importante siempre es quererse a uno mismo.
El vídeo me
hizo recordar mi vida con 16 años. Me hizo revivir una de las peores etapas de
mi existencia. Porque, aunque es verdad que, como dice Alex, los niños son crueles,
en realidad todas las personas que no tienen ni idea de lo que es la empatía lo
son. Los comentarios, las burlas y las bromas de mal gusto acaban por minar la
autoestima y la moral de cualquiera que se convierta en su blanco. Y si todas
esas cosas vienen de alguien ajeno a ti o con el que mantienes una escasa
relación hacen daño, pero si provienen de una de las personas que más te
importa en ese momento son demoledoras.
Eso es lo que me
pasó a mí. Con 16 años alguien importante para mí, se pasaba gran parte de
nuestro tiempo juntos sacando defectos a todas y cada una de las partes de mi
anatomía. En particular a mis caderas y mi tripa. Yo nunca he sido una chica
gordita, tengo las caderas anchas y algún que otro michelín en la barriga. Pero
soy una chica con una constitución de lo más normal. Sin embargo, y debido a
esos comentarios, empecé a odiarme cada vez que me miraba en un espejo. Empecé
por esas partes que menos le gustaban a él, y terminé por no encontrar ni una
sola cosa en mí que me pareciese bonita. Y creedme si os digo, que cuando se
entra en esa espiral de asco y odio hacia uno mismo la caída es dolorosa y
dañina hasta el extremo. Nada en tu vida desde ese momento vuelve a ser lo que
era. Tu misma jamás vuelves a ser lo que eras.
Me pasé meses,
odiando todo lo que era, empezando por el físico y extrapolándolo hasta mi
personalidad. Me hice daño a mí misma, mucho más de lo meramente relacionado
con la salud. Me destruí por completo, haciendo añicos todo lo que yo era. Y
sí, esto empezó con comentarios por parte de alguien, pero el problema fui yo
quien lo llevó al extremo. Porque con el tiempo he logrado entender esa frase
que siempre me había repetido mi padre: “no ofende quien quiere, sino quien
puede”. Y esa es la verdad más verdadera que podréis oír en vuestra vida.
Con el tiempo y
con el apoyo dela gente que de verdad me quiere, vi la luz. Me costó y hasta me
resistí a que me ayudaran. Cuando llevas mucho tiempo en el pozo te
acostumbras. Y lo haces hasta el punto de temer salir a la luz y que esta te
ciegue. Pero al final lo hice, abandoné la oscuridad para poder amar el sol. Y
jamás podré agradecerles a esas personas que siempre estuvieron ahí, el haberme
levantado las miles de veces que me caí por el camino.
Lo que quiero
decir con todo esto, es que la gente puede ser el detonante de nuestros complejos,
pero nunca los culpables. Porque la culpa de que me afectase hasta el extremo,
no fue de aquel gilipollas que se metia con mis michelines, fue mia. Si yo me
hubiese querido a mí misma desde el principio, sus comentarios solo habrían
servido para que le mandase a la mierda y lo alejase de mí. Nunca me habrían
destruido. Mi personalidad no lo habría permitido.
A día de hoy, soy
una nueva persona. Hasta hace muy poco hablar de este tema o ver la persona en
cuestión me hacía un daño tremendo. Era como un trauma enquistado en mi
subconsciente que era mejor ignorar que estaba ahí. Pero ¿sabéis que? Las cosas
que se ignoran nunca se superan, y si no se superan siempre vuelven. Y yo no
quería que volviera. Así que lo asumí, perdoné al susodicho y me perdoné a mí
misma. Me miré en el espejo y me dije que siempre, pasase lo que pasase me
querría a mí misma sobre todas las cosas. Porque para querer a los demás
primero hay que quererse a una misma. Y no es solo un tópico, es la pura
verdad.
Así que niñas,
adolescentes o mujeres que estáis pasando por una situación similar a la mía.
Sed fuertes, no caigas en vuestra propia trampa y quereros. Sobre todo,
quereros mucho. Porque sois bonitas solo por el hecho de ser vosotras. Y sí, yo
lo pasé fatal, pero a día de hoy puedo decir que haber pasado por eso me ha
hecho ser quien soy ahora mismo. Porque lo que no te mata te hace más fuerte.
Porque si te caes, te levantas, te sacudes el polvo y vuelves a caminar de
nuevo. Porque ¿sabéis? “Solo pueden contigo si te acabas rindiendo”. Y
rendirse, NUNCA, es una opción.
Y hasta aquí mi reflexión y la entrada de hoy. Como ya sabéis esto es solo una opinión personal basada en mi propia experiencia. Dejadme vuestra opinión al respecto en los comentario.
Gracias por leerme y nos vemos en la siguiente entrada.
Un beso enorme Libro Adictos ♥
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